LUCIE DE LA FALAISE: "MI ABUELA, MAXIME DE LA FALAISE, ERA UNA MUJER EXTRAORDINARIA. ALTA, FUERTE Y CURIOSA, NO LE DABA PEREZA NADA"

Enfundada en una rebeca de ochos de color rojo y con unas enormes gafas de montura de pasta, Lucie de la Falaise (Gales, 1973) bebe té en una taza de porcelana. Al fondo, en la pared entelada en color crema, cuelgan varios cuadros de perritos como los que corretean por el jardín de la casa en la campiña inglesa a la que se mudó con su familia —su marido, el director artístico y fotógrafo Marlon Richards, hijo del guitarrista de los Rolling Stones Keith Richards y de la modelo y actriz Anita Pallenberg, y sus hijos Ella, Orson e Ida— después del 11-S. A pesar de que las entrevistas por Zoom sean lo menos estimulante del mundo, la top model e interiorista logra que el interlocutor se sienta cómodo de inmediato; casi tanto como si estuviese compartiendo con ella unos sándwiches de pepino en el salón de la residencia, en el condado de Sussex. He ahí uno de los secretos de su indiscutible éxito: la naturalidad. “En la vida no hay que estresarse, estarlo no significa necesariamente que andes ocupado. Si disfrutas de verdad de lo que haces, no debería suponer un gran esfuerzo”, razona cuando le pregunto si vivir en el campo, alejada de los focos, es quizá su mayor extravagancia. “En realidad, estoy a una hora y media en tren de Londres. Me siento afortunada por poder disfrutar de lo mejor de ambos mundos”. Así transcurrió precisamente su infancia.

Criada en una familia de aristócratas y artistas, Lucie de la Falaise creció entre Gales, donde nació, y Fontainebleau, en las cercanías de París. Allí debutó en las pasarelas en 1982 desfilando para Yves Saint Laurent, a quien había conocido con 15 años de edad a través de su tía Loulou de la Falaise, musa y colaboradora del modista. Poco después protagonizó la campaña de Paris, uno de sus perfumes, en la que colaboró de forma estrecha con la legendaria maquilladora Terry de Gunzburg. “Aquello era el sueño de cualquier joven de mi edad, posar con un maquillaje vibrante inspirado directamente en los looks de la pasarela”, evoca sobre aquellas instantáneas en las que aparece con la tez pálida y los labios rojos. Sin embargo, fue su belleza natural, su rostro anguloso y su amplia sonrisa, lo que la consagró como una de las top models de los 90 y 2000 junto a sus compatriotas Rosemary Ferguson, Liberty Ross y Kate Moss, íntima amiga suya. “Aquellas sesiones de fotos con Steven Meisel o Bruce Weber era muy intensas y colaborativas, y quienes participábamos acabábamos entablando relaciones casi familiares. Kate y yo congeniamos de forma natural, nos lo pasábamos muy bien juntas. Nos gustaban las mismas cosas”, dice sobre la madrina de su hija mayor, Ella, quien, por cierto, es hoy una cotizada modelo. “Ha seguido mis pasos de forma orgánica, nunca hubo una conversación previa para tratar el asunto”, dice. “Al principio, solía acompañarla a las sesiones, y siempre estoy ahí si me necesita. Pero ella sabe perfectamente qué hacer, es una persona muy fuerte que toma la decisión adecuada por sí misma”, añade con visible orgullo. “Eso sí, acabó el colegio. Si algo aprendí de mi abuela, mi referente, es que una puede ser varias cosas en la vida si se lo propone: modelo, cocinera, jardinera, decoradora…”.

Maxime de la Falaise es, sin duda, el personaje clave en su vida. Diseñadora de moda para casas como Schiaparelli o Chloé, modelo, íntima de Andy Warhol —que le dio un papel en una de sus películas, Sangre para Drácula— y autora de un libro de cocina —Seven Centuries of English Cooking (Grove Press, 1992)— así como de las columnas de gastronomía de la revista Vogue, Cecil Beaton la describía sencillamente como “la inglesa más chic de su generación”. “Murió hace 15 años y pienso en ella a menudo”, comenta Lucie, que ha seguido los pasos de aquella mujer “extraordinaria: alta, fuerte, vibrante, colorida, curiosa, que no era perezosa a la hora de pensar y hacer cosas” y compagina su trabajo como maniquí con el interiorismo. Tiene su propia firma, Lucie de la Falaise Studio, entre Londres y París, ciudad que visita a menudo por otra de sus facetas, la de embajadora de la maison Sisley. “Christine d’Ornano y yo nos conocemos hace tiempo, tenemos la misma edad, compartimos la pasión por el arte y la naturaleza y nos movemos en los mismos círculos… ”, explica. En el caso de Lucie de la Falaise, representar a una firma cosmética de lujo surgió sin planearlo. No hace falta decir que su secreto para haberlo conseguido es bastante simple: “Vivir bien”.

Una cara familiar

Lucie de la Falaise usaba los productos de Sisley antes de convertirse en su imagen. En concreto, la Mascarilla Rosa Negra, su línea solar, que se aplica a diario, y, más recientemente, Sisleÿa Crema Gel Fresca, “que puedo utilizar en verano para hidratar mi piel ya que, aunque es rica y untuosa, no deja rastro. Como todos los productos de la casa, amo su aroma, la ciencia que hay detrás de cada lanzamiento y lo agradable que es saber que hay una familia que responde por sus cremas y maquillajes”. Argumentos tan imbatibles como la eficacia de estos cosméticos.

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