PINO MONTESDEOCA, MODELO A LOS 62 AñOS: "NO ME SUPUSO NINGúN TRAUMA LA TRANSICIóN A LAS CANAS"

Pino Montesdeoca, la modelo senior de 62 años que está arrasando en el mundo de la moda, tiene claro que su mayor atractivo es ser ella misma. No se dedicó a desfilar hasta pasados los 50 cuando de manera un poco accidental y empujada en parte por una de sus hijas, se animó a enviar unas fotos que serían la casilla de salida de una carrera como modelo -y ahora también como actriz- con la que tardaría poco en despuntar. En el transcurso de la conversación que he podido tener con ella, su voz tranquila con un intenso acento canario que aún mantiene pese a que hace más de 40 años que no vive en las islas, me hace sentir lo suficientemente cómoda para saciar mi curiosidad periodística y preguntarle sobre cuáles son las claves que consiguen mantener vivo su atractivo. Sin duda alguna su larga melena blanca y su piel al natural son su sello de identidad pero ella sabe que lo que la hace bella de verdad, lo lleva por dentro. Esto es lo que me ha contado.

No empezaste en el mundo de la moda hasta pasados los 50 pero antes, ¿ya sentías que llamabas la atención físicamente?

No tengo esa sensación pero además ¿qué es llamar la atención? Yo creo que todo el mundo llama la atención por algo. En mi caso puede ser que llamase la atención pero no por mi físico ni nada de eso, quizá por mi forma de comportarme pero tampoco sabría decirte.

¿Pero a ti misma ya te percibías como una mujer bella?

Yo siempre me he gustado (ríe). No es que me sintiera bella pero me gusto y como yo me gusto, siempre me he sentido superlinda. Yo la belleza la entiendo como algo que nace dentro hacia fuera y quizá como a mí misma me gusto, posiblemente eso me hiciera sentir bella. Pero eso de tener estas facciones bonitas, simétricas, lo que se entiende que tienen las personas especialmente guapas no. Para nada, no creo que tenga esas cosas. Tengo otras (ríe).

¿A qué otras cosas te refieres?

Mi atractivo está básicamente en quién soy yo, creo yo. O sea en cómo me comporto, en cómo hablo. Sé filtrar, pero lo que pienso lo saco directamente. Me equivoco, lógicamente, pero la mayoría de las veces la gente se identifica conmigo enseguida. Muchas veces la gente no dice cosas por temor a ser políticamente incorrecto y yo creo que mi atractivo está en que en ese sentido no tengo muchos miedos. O sea que como de base hay buena intención y largo lo que quiero, pues no distingo entre gentes si no que intento ser yo misma y a pasármelo bien.

¿Has sentido presión estética por críticas que hayas podido recibir a raíz de estar en el mundo de la moda?

Bueno, a mí se me critica por cosas que se supone que debería hacer. Me han dicho desde que parezco una indigente, que soy una macarra, que debería ir a la peluquería, maquillarme mejor... Parece que si no cumplo con ciertos requisitos, no estoy dentro de lo que ellos consideran. Ese tipo de presión sí que he recibido pero para mí no es una presión porque a mí no me presiona nada en absoluto. Yo abogo por que haya una opción de mujer como yo. Hay otras que sienten que están presionadas: algunas lo aceptan y otras no lo aceptan. Yo solo soy una opción.

Hablando de ir a la peluquería, una de las cosas que más te caracteriza es tu melena blanca al natural. ¿En qué momento decidiste dejar de teñirte y cómo consigues mantenerla así de bonita?

Pues mira, la verdad es que yo dejé de teñirme cuando vivía en Bahamas porque allí las peluquerías que hay son para las personas locales. Entonces cada vez que quería ir a arreglarme el pelo tenía que desplazarme hasta Miami y perder el día entero así que dejé de hacerlo. Hasta que un día mi hermano, que trabajaba conmigo, me dijo 'oye Pino, tienes el pelo blanco' y a mí me parecía una estupidez lo que me estaba diciendo, yo me seguía viendo rubia. A mí no me supuso ningún trauma la transición a las canas ni nada de eso. Yo me veo bonita igual sin hacerme nada en el pelo. A veces he intentado hacerme baños de hidratación para que la cana estuviera más suave pero se me queda después la melena que no me la reconozco. Se queda lisa y la mía es un poco crespa así que fíjate hasta qué punto yo veo mal lo que la gente ve bien (ríe). ¿Por qué? Porque me identifico con eso. Yo tengo que ser yo.

¿Y la piel? ¿Cómo has hecho para mantenerla bonita con el paso de los años?

En eso tengo que ser muy sincera: yo no he utilizado nada nunca. Pero eso sí, creo que hay algo muy importante y es que yo he tomado muy poco el sol. No porque yo supiera que el sol podía hacer mal a la piel como ahora todos sabemos si no porque yo he sido siempre muy blanquita, me quemaba mucho y no me gusta nada sentir el dolor de cuando tienes la piel toda quemada. Así que haberme protegido del sol creo que ha sido una cosa que ha podido influir. Las cremas como tal fueron un descubrimiento posterior y ahora sé que hay cosas maravillosas tanto para limpiar la piel como para hidratarla pero creo que ese cuidado tiene que estar acompañado de otras cosas: de estar feliz, de comer bien, de sentirte bien...

Ahora que dices lo de comer bien, ¿cuidas la alimentación por mantenerte en forma?

No, para nada. No es por mantener la forma, yo siempre he sido igual. No me siento atraída por la comida rápida, la que está demasiado elaborada. La verdad es que no he sido muy consciente de si esa comida es buena o mala, simplemente es que no me atrae y ya está. Yo soy más feliz con las cosas sencillas, que no necesitan mucha elaboración: unos espárragos o unos huevos fritos por ejemplo. No es para estar flaca ni por cuidar la piel, es porque es lo que me gusta.

Y el ejercicio, ¿qué papel juega en tu rutina?

Yo no hago gimnasio y debería hacerlo porque mi hija que es cirujano me lo dice. Cuando me mude voy a empezar a entrenar (ríe). Lo que hago es caminar, camino como una rata.

¿Qué es caminar como una rata para ti?

Yo camino al día de dos a dos horas y media con los perros. Y luego cuenta si tengo que ir a algún sitio que también lo hago andando. Incluso si me tengo que atravesar Madrid lo hago caminando. Yo me puedo hacer todos los días 12 kilómetros.

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