LOS CONMOVEDORES EFECTOS DE LA MúSICA CONTRA EL ALZHéIMER: EMOCIóN PARA RECUPERAR RECUERDOS

¿Se acuerda del vídeo de la bailarina con alzhéimer que mueve sus brazos al son de El lago de los cisnes? Puede que no recuerde su nombre, pero la imagen se hizo tan viral hace cuatro años que, a los pocos días, ya la habían visto más de ocho millones de personas en redes sociales. 

Marta González Cinta, valenciana de nacimiento, emigró a Cuba, bailó en el Ballet de Nueva York en los años sesenta y enseñó danza en Madrid. En sus últimos años se vio aquejada por la enfermedad de Alzheimer, pero aun así, manifestó su arte como en sus mejores tiempos, dejándonos la imagen que dio la vuelta al mundo. A su lado, y detrás de este mágico momento, estaba Pepe Olmedo, fundador y director de la asociación Música para Despertar, y quien compartió este vídeo, grabado un año antes de la muerte de Marta, poniendo de manifiesto el poder que tiene la música, incluso en las personas cuya memoria parece irse apagando.

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En el vídeo, Olmedo, psicólogo sanitario, musicoterapeuta y guitarrista eléctrico de la banda SoundBay, le ofrecía a Marta unos auriculares para escuchar la conocida melodía de Tchaikovsky, una de las que marcó la vida de la bailarina. Todos, alucinados, observábamos los efectos que producía en ella.

Marta no es la única a quien la música ayudó a recuperar las emociones de su biografía de manera tan espectacular. Carmen habla de su hermana María que, con un alzhéimer avanzado, falleció a los 85 años. “Ella se transformaba totalmente con la música. Ponía una cara de satisfacción y una alegría increíbles cada vez que escuchaba las canciones que había seleccionado la familia para ella. A mí me sorprendía muchísimo que se acordara de las letras que le ponían en la terapia, cuando no sabía decir cuáles eran nuestros nombres”, cuenta emocionada.

De estas historias, hay muchas. Solo con estas dos, nos asalta la pregunta: ¿cómo una persona que ha olvidado su nombre y el de los suyos, y lo que ha comido hace cinco minutos, es capaz de recordar los sofisticados movimientos del ballet o la letra de una canción? O sonreír al oír unas notas, tararear, dar unas palmas, golpecitos con los pies, llorar, mover los dedos al ritmo de la música… 

La psicología y la neurociencia tienen la explicación. “La música nos conmueve, nos toca de forma muy intensa, y se asocia a recuerdos, personas y momentos”, dice el psicólogo, quien desde niño, ha estado familiarizado con el alzhéimer, ya que acompañaba a su madre a la residencia de la que era directora. “Por otra parte —continúa— la neurociencia ha demostrado que las redes cerebrales relacionadas con la memoria autobiográfica están menos atrofiadas que otras partes del cerebro en personas con alzhéimer, incluso en fases avanzadas de la enfermedad”.

Las redes cerebrales relacionadas con la memoria autobiográfica están menos atrofiadas que otras partes del cerebro en personas con alzhéimer

Pepe OlmedoPsicólogo, musicoterapeuta y fundador y director de la asociación Música para Despertar

Además, desde hace un tiempo se sabe que las personas con esta enfermedad recuerdan mejor el pasado lejano que el más reciente. “También la neurociencia dice que la memoria emocional perdura hasta el final de la vida, llegando momentos en los que no pueden comprender nuestras palabras, pero sí nuestro tono de voz y el contenido emocional que pueda haber en nuestras palabras. La música abre esa vía de comunicación, desde lo emocional”. 

Olmedo afirma que si, además, nos introducimos en la historia de vida de la persona, y buscamos las canciones que más pudieron conmover o asociarse a momentos importantes, los beneficios serán aún mayores.

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Las emociones de la música que no se pierden

Para entenderlo mejor, es importante saber que, como señala el artículo publicado en la revista Brain, la memoria musical es parcialmente independiente de otros sistemas de memoria. Según la investigación, las regiones cerebrales implicadas en los recuerdos musicales (corteza cingulada anterior y el área motora pre-suplementaria) suelen encontrarse mínimamente afectadas por la enfermedad neurodegenerativa. Esto daría sentido a que, en la enfermedad de Alzheimer, este tipo de memoria sea sorprendentemente más robusta y resistente que otros (memorias semántica o episódica), y que se preserve mejor.

El doctor Manuel Arias, neurólogo del hospital clínico de Santiago de Compostela y también músico, sostiene que hay pacientes con lesiones cerebrales que tienen la percepción del ritmo, tono y melodía alterados, pero que son capaces de percibir el componente emocional de la música. En un estudio comparaba a dos pacientes que también habían sido músicos profesionales, uno con enfermedad de Alzheimer y otro, con demencia semántica. Los resultados pusieron de manifiesto que el primero había perdido la capacidad para reconocer las composiciones y la grafía musical, pero conservaba el reconocimiento de los instrumentos por su timbre y la emoción que le producía la música; en el segundo, sucedía todo lo contrario.

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El neurólogo explica también que los primeros daños del alzhéimer se producen en el hipocampo, estructura del cerebro relacionada con los nuevos aprendizajes y la formación de nuevas memorias, mientras que, a medida que va avanzando la enfermedad, se van deteriorando otras zonas del cerebro, como el lóbulo temporal, por ejemplo. Sin embargo, los recuerdos musicales se ubican en otras áreas del cerebro, por lo que pueden salvarse a pesar del deterioro cognitivo.

Los infinitos beneficios de la música

“En personas con alzhéimer, encontramos una disminución de la agitación o el nerviosismo, un aumento de la motivación y la cooperación, así como grandes posibilidades de estimulación de la memoria, atención y el lenguaje, y de las emociones”, afirma el director de Música para Despertar.

Además, hay evidencias que apuntan que la música mejora la función cognitiva y de orientación, el lenguaje y la conversación, las relaciones sociales, el estado de ánimo, calma la ansiedad y la agitación, todos ellos aspectos que se muestran deteriorados en el alzhéimer. “La música conecta de forma más rápida e intensa con las emociones, y las emociones nos ayudan a comunicarnos mejor con las personas a las que atendemos”, dice Olmedo, que entiende que hay situaciones en las que las palabras no bastan.

En personas con alzhéimer, encontramos una disminución de la agitación o el nerviosismo, así como grandes posibilidades de estimulación de la memoria

Pepe OlmedoPsicólogo, musicoterapeuta y fundador y director de la asociación Música para Despertar

Pero, la música tiene un poder transformador no solo entre los pacientes de esta enfermedad, sino que también existen nuevas líneas de investigación en párkinson y demencias vascular, frontotemporal o por cuerpos de Lewy. Y hay más: la música es bálsamo para el bienestar físico, mental y emocional de todos los séniors, en general. Desde el Centro Internacional sobre el Envejecimiento (CENIE) mencionan algunas ventajas de escuchar música:

● Mejora el estado de ánimo. La música aumenta la serotonina, la llamada hormona de la felicidad, al escuchar canciones que nos gustan.

● Relaja. Escuchar melodías tranquilas puede ayudar a reducir la ansiedad y el estrés.

● Promueve la expresión emocional y sin necesidad de palabras. Al escuchar una canción, podemos revivir recuerdos y conectar con nuestros sentimientos más profundos.

● Fomenta la comunicación y los vínculos. Cuando se escucha música en grupo o se asiste a conciertos, se crea un ambiente propicio para la interacción social. Compartir canciones con amigos y familiares fortalece los lazos afectivos.

● Entretiene. Es una fuente inagotable de entretenimiento. Bailar, tararear o simplemente disfrutar de una buena canción nos mantiene activos y felices.

● Estimula la memoria. Recordar letras, melodías y momentos es un buen ejercicio cognitivo.

● Previene la soledad y aislamiento social. El cantar canciones conocidas, tocar un instrumento musical en grupo o simplemente escuchar música ayuda a crear vínculos sociales.

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Crear la banda sonora vital

Así como cuando un olor nos recuerda al de la casa de nuestra infancia, lo mismo ocurre con la música. La asociación Música para Despertar tiene el objetivo conectar melodías con momentos y personas de la biografía de cada uno. Da lo mismo que sean coplas, jotas o pasodobles. Lo que importa son las emociones que sean capaces de rescatar.

Pero, todo tiene su método. “No se trata de poner unas canciones de cualquier forma, y listo”, dice Olmedo. Por eso, recomienda que lo lleven a cabo personas con un mínimo de formación y conocimientos, “para que la música pueda tener beneficios terapéuticos, y no solo lúdicos”, aclara. Esta es la razón por la que su asociación ofrece numerosos cursos y talleres, tanto para profesionales como para familiares, así como guías y asesoramiento. “Hay que tener en cuenta muchos factores: cualidades intrínsecas de cada canción, objetivos terapéuticos que queremos mejorar y cómo adaptar en función del grado de deterioro cognitivo”. Para ello, los puntos clave son:

● Observación. En primer lugar, observamos a la persona, en su día a día, identificando aquellos momentos más complicados, o aquellos donde veamos que la música pueda aportar algo.

● Historia de vida musical. Se trata en conocer la música que sea capaz de movilizar recuerdos que parecían dormidos. Esto se consigue apoyándonos en la persona y la respuesta que vaya presentando ante distintas canciones, preguntándole directamente (si se encuentra en una fase temprana de la enfermedad), o llevando a cabo entrevistas a sus familiares, amigos y personas cercanas (si se encuentra en un estadio es más avanzado).

● Datos personales. Es crucial navegar por la vida de la persona, conociendo aquellos lugares geográficos donde haya pasado más tiempo, si bailaba, cantaba o tocaba algún instrumento, sumado a las personas que más han influido, ya que, en función de todo ello, habrá podido escuchar más unos estilos de música que otros.

● Ver las reacciones y emociones que despiertan. Una vez que tenemos diferentes canciones que hayan podido acompañar la vida de esa persona, “las escuchamos juntos, muy atentos a las reacciones, permitiendo la comunicación, ya sea con el cuerpo, el baile, el canto, la palabra o, simplemente, con la emoción”, sostiene el psicólogo.

Elaborar la playlist ideal: el recuerdo es el foco

Uno de los aspectos que hay que hacer con más mimo y dedicación para que la música sea efectiva es la elaboración de la playlist de vida o banda sonora vital. Los investigadores del Instituto MARCS para el Cerebro, el Comportamiento y el Desarrollo, de la Universidad de Sidney Occidental (Australia), han elaborado una guía, dirigida por la psicóloga y violinista Sandra Garrido, en la que aseguran que las listas de reproducción son más efectivas cuanto más significativa sea la música para el individuo. “Las músicas más apropiadas para cada persona, son aquellas que han acompañado su vida, en su juventud, entre los 18 y 25 años”, indica Olmedo. Y acota que “lo más importante es dar con las canciones adecuadas, ya que les proporcionan un sentimiento de seguridad, al conectar con las melodías asociadas a su historia de vida”.

En función de la fase de su enfermedad, lo podrá llevar a cabo de una forma más activa o más pasiva. Pero, “esa piel de gallina que sentimos con canciones que más nos conmueven, es la que sienten las personas con alzhéimer, y posiblemente, de una forma mucho más intensa”.

Saber cuando el feedback es positivo

Según el musicoterapeuta, “en las fases más leves, la persona expresa qué música quiere escuchar y cuándo. En estadios avanzados, tendremos que tener un papel más activo para saber cuál es el momento idóneo”. El lenguaje corporal lo dirá todo. “Nos fijamos en las respuestas de su cuerpo, una atención más focalizada, una disminución de temblores, una mirada más centrada o más presente, o unos sonidos que cantan o intentan cantar”.

También es importante saber que hay momentos, como el de la higiene, la comida, o incluso a la hora de levantarse para ir al baño, que son más complicados. “Hemos podido comprobar, cómo las canciones que han podido acompañar su vida, ayudan en estos contextos también”, señala Olmedo. Así comen con mayor tranquilidad (permite que se alimenten bien), van al baño bailando (sin oponer resistencia), se van a la cama más relajados. Todo ello, no solo mejora su calidad de vida, sino también de quienes los cuidan y acompañan.

A la hora de elegir, quizá unas sevillanas no son las idóneas antes de irse a dormir, “pero sí unas canciones más instrumentales y acústicas, que puedan tender a la relajación”. En cualquier caso, nada es una ciencia exacta. “Lo que relaja a una persona, puede poner nerviosa a otra, por tanto, tendremos que ser detectives del lenguaje verbal y no verbal de la persona”, afirma el experto.

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