TOñI MORENO: ‘SIEMPRE TE VA A PARECER QUE EL TIEMPO QUE LE DEDICAS A TU HIJA ES POCO’

“La imaginación es un arma potentísima ante las adversidades de la vida”, nos comenta Toñi Moreno, la encargada de presentar los Premios Lazarillo 2023, de literatura e ilustración infantil y juvenil. Y, si hay algo que desarrolle la imaginación, eso son precisamente los libros. De ahí la importancia de fomentar hábitos de lectura en los niños desde que son pequeños y de ahí también la necesidad de dar el valor que tiene a la literatura infantil. “Por eso para mí ha sido un orgullo presentar los Premios Lazarillo, patrocinados por la Fundación McDonals España”, asegura. “Es el máximo galardón a la gente que se preocupa de hacer buena literatura infantil”. Pero ¿cómo inculcar hábitos de lectura si padres y madres cada vez tienen menos tiempo con sus hijos? Sobre ello, sobre lectura en la infancia, sobre conciliación y sobre la culpa en la maternidad, hemos hablado con ella en una charla que puede resultar liberadora para muchas familias que sienten que no pasan el tiempo suficiente con sus hijos.

Decías en la presentación de los premios que, como madre, eres consciente de la importancia de fomentar hábitos de lectura en los niños; ¿cómo lo haces tú con tu hija?

Yo creo que el primer juguete que tuvo mi hija fue un libro de tela, porque a mí personalmente la literatura me ha salvado. Yo provengo de una familia sin muchos recursos; mi padre trabajaba en el campo, mi madre trabajaba limpiando casas y cuidando personas mayores y en mi casa había pocos libros. Entonces, de repente, se te cruza una profesora de literatura que te cambia la vida y que te hace amar la literatura y te abre un mundo en la cabeza. Quizás por eso yo siempre soñaba muy grande.

La imaginación es un arma potentísima ante las adversidades de la vida. Yo, desde pequeña, he sido muy consciente de eso y, cuando he sido madre, pues yo creo que la cultura, los libros... van a armar a mi hija como persona para afrontar la vida como le venga. Por eso yo me acuesto con mi niña -me van a matar los pediatras de este país, pero la realidad es que, con cuatro años y medio, duerme conmigo todavía- y lo último que hacemos en el día es leer un cuento. Y ahora lo último que hacemos ella y yo es inventarnos el final. Eso también es bueno; yo cojo un libro y le digo “venga, yo empiezo y tú sigues”. Y al final nos salimos del cuento y lo que hacemos es el acto de inventarnos un final cada una.

¿Cuándo empezaste a leerle cuentos?

Alguien me dijo -creo que fue mi hermana María José-, “háblale siempre por las noches como si fuera una adulta, aunque no te conteste, aunque creas que no te está entendiendo, porque generas con tu hija una confianza al establecer una rutina por la noche de hacer balance del día o de lo que queráis”. Entonces yo me recuerdo haciéndolo prácticamente desde que nació; no he esperado a que ella interactuase y ni a que me hablase para contarle cuentos y para tener un libro entre las manos. Ahora está aprendiendo a leer, que es muy divertido, y estamos también con los cuentos en inglés, pero la realidad es que yo le contaba cuentos incluso cuando ella no hablaba, porque a mí me habían dicho que era muy importante y porque creo que ella entendía todo lo que yo le estaba diciendo.

¿Qué tipo de libros le lees?

Busco temáticas que sean importantes para la educación de mi hija. A mí me encantan los cuentos que hablan de la tolerancia, de los que inculcan valores; cada vez hay más cuentos de este tipo y es muy fácil adquirirlos. Hubo una primera etapa en la que recurría a los cuentos clásicos de nuestra generación (yo tengo 51 años) y me di cuenta de que están un poquito obsoletos. Entonces cambié de temática. Por ejemplo, cuando le empecé a contar el de Caperucita Roja, digo pues a mí no me apetece que mi hija tenga miedo. Y es muy curioso porque ella misma ya tiene su criterio. Por ejemplo, somos muy de Disneyland y ella ya sabe lo que quiere; me dice “mamá, yo no quiero princesas, quiero guerreras” (hablo de películas). Me encanta; ya le veo su personalidad, su interés.

En cuanto a la enseñanza de la lectoescritura, la mayoría de los expertos coinciden en que la edad para enseñar a leer a los niños son los 6 años, pero en muchos colegios se enseña antes. ¿Qué opinas?

Pues mira, yo soy muy partidaria de alargar la infancia lo más posible porque la infancia es un espacio muy corto en la vida del ser humano. Yo tuve una infancia muy corta y a los 14 años ya estaba trabajando para llevar un sueldo a mi casa y no tuve ni adolescencia ni apenas infancia. Yo quiero que mi hija sea feliz. Eso es lo principal, pero también creo que la disciplina y los valores es importante inculcarlos desde pequeña. La constancia, el esfuerzo, todo ese tipo de cosas, en su justa medida.

Yo la tengo en un colegio bilingüe; al final los padres volcamos sobre nuestros hijos los complejos personales y los idiomas siempre han sido para mí un hándicap, por eso la tengo en un colegio inglés. En el sistema inglés está ya establecido que, a partir de los cuatro años o cuatro años y medio, los niños empiezan a leer. Yo a mi hija no la veo agobiada; veo que mientras está jugando, está aprendiendo. Mientras esto sea así, yo iré tomando decisiones a medida que vaya evolucionando. Ahora sale a la calle y, si ve un camión donde ponga “agua”, ella prueba a leer y se pone muy contenta cuando se da cuenta de que ha sido capaz de leer la palabra entera. No la veo agobiada, no la veo presionada.

Y me pasa igual que con las actividades extraescolares. Yo no soy de apuntarla a 20.000 cosas; voy probando y, cuando yo vea que haya algo que para ella sea una pasión, ahí estaremos, pero no la obligo a hacer nada porque yo quiera que la niña sepa tocar el violín. Yo creo que la vida es eso que está pasando mientras vivimos. Hay que vivir y ser feliz.

Hablabas hace un par de días, precisamente en la feria del libro, de conciliación, que por desgracia sigue siendo una utopía en pleno siglo XXI. Ha salido, además, un estudio en el que se dice que los progenitores españoles pasan únicamente una media de 3,5 horas al día con sus hijos; ¿cómo aprovechar ese tiempo tan escaso junto a nuestros hijos?

Yo he aprendido a no juzgarme porque siempre te va a parecer que el tiempo que le dedicas a tu hija es poco tiempo. Y cuando hablas de tiempo de calidad yo digo “¿qué calidad, si llego reventada? Qué tipo de calidad le puedo dar yo a mi hija si yo ya vengo de trabajar, vengo de estar reventada, porque soy además una familia monoparental y el único sueldo que entra en mi casa es el mío.

Pues mira, llegas hasta donde llegas. Yo he visto a mi madre trabajar toda la vida y encima tenía tres trabajos para pagar nuestros libros: por la mañana limpiaba escaleras, por la tarde iba a cuidar ancianas y por la noche, se quedaba con un abuelo a cuidarlo. Y yo no veía a mi madre, pero siempre la he aplaudido porque he pensado que era una curranta, una mujer muy sacrificada. Entonces yo he aprendido a decir “bueno, chica, hasta donde llegues”. Yo le explico a mi hija ya las cosas porque este año, por ejemplo, ha sido muy duro para las dos. Hemos vivido ella en Sevilla y yo en Málaga, porque yo venía a hacer Las mañanas de Málaga (programa diario de Canal Sur que ella conduce) y no quería cambiarla de su entorno, de su hábitat, de su gente, de su colegio... a otra ciudad, sin saber si yo iba a tener estabilidad en el trabajo.

Al final me he dado cuenta de que va a ser para mucho tiempo y este año empieza en Málaga conmigo, pero, claro, ha sido un año que yo he hecho muchos kilómetros para recogerla del colegio, para verla un miércoles, para tener el fin de semana solo para ella… Un año en el que ella ha sido muy consciente de que no tenía a su madre y que lo hemos pasado mal las dos. Entonces, bueno, he dejado de auto flagelarme; lo hago lo mejor que sé y lo mejor que puedo.

Y luego, por otro lado, el tema de la conciliación es mentira, no hay conciliación. Yo soy una gran privilegiada porque mi sueldo me permite tener gente que me ayude con la niña y tengo a gente maravillosa, a mi estructura familiar, pero, claro, me lo permite mi sueldo. Yo pienso en las mujeres madres solteras que son mileuristas y que con 1.000 euros se tienen que pagar el alquiler, tal y como están los alquileres, y no sé cómo lo hacen.

¿Qué le dirías a esas mujeres y a otras madres y padres que sienten que no pasan el tiempo suficiente con sus hijos?

Yo creo que el sentimiento de culpa en cualquiera de los terrenos no es un buen compañero de viaje. A mí me ha costado. Yo estudié en un colegio de monjas y me ha costado mucho desprenderme del sentimiento de culpa en muchos aspectos de mi vida, no solo en la crianza. Yo me he sentido culpable hasta de que a los demás no les fuera bien; a mí me daban un premio y yo me sentía culpable de que al otro no se lo dieran. Entonces, yo creo que tenemos que trabajar todo eso, sobre todo, cuando tú estás dando lo mejor de ti. Mira, la niña tiene cuatro años y medio; pues he salido sin ella para divertirme yo, una vez o ninguna... Porque me siento mal. Digo, “paso poco tiempo con ella, no me voy a ir un sábado por la noche a cenar con mis amigas”. Ya el año que viene que la tenga aquí en Málaga conmigo, me he propuesto, entre otras cosas, dedicarle tiempo a mí, que también es importante. El autocuidado, el no olvidarnos de nosotros es importantísimo. El sentimiento de culpa creo que nos ha hecho tanto daño a todos...

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