SOBRE LA CULPA

Hace poco me encontré con alguien quien, al presentarme a su nueva pareja --mujer muy joven y bonita-- me dijo mirándola con embeleso: ¡lo merezco! Me detuve en ese dicho, semejante al empleado en las publicidades cuando se trata de estimular la compra de un producto, al intentar disolver la culpa por el gasto que conlleva. También ante los agravios de la vida, muchos sujetos atribuyen su padecimiento a un castigo sin razón: ¿qué hice para merecer esto? 

Freud vio que, para el neurótico, el destino adopta la figura del castigo o de la recompensa. Por ejemplo, la idea de que él nos sonríe si hay suerte. Ganar la lotería no trae solo el dinero anhelado, sino que sería la prueba de figuras parentales amables o del buen Dios que da así sus señales de providencia. Estrella o punición gobiernan la vida del hombre y aunque se confiese laico, agnóstico, ateo, la religión secularizada está presente. Aun para los más doctos y en otro sentido, el pecado está presente y así decía Borges en su poema: “He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz”. Pecado y carencia se igualan en un mismo término que es “falta”, es decir, que el sujeto está siempre en falta aun eliminado el sentido moral que el término pueda conllevar.

Ha sido mucho más Freud que Lacan quien consideró el tema de la culpa. Por un lado, la culpa fue un tema central para teólogos y pensadores cristianos; por otro, la insistencia con que emergía en los análisis hizo que Freud ahondase en su teoría. Al no poder ubicar la razón de la culpabilidad en los neuróticos, consideró que debía originarse en un crimen primordial, origen de la humanidad y de la religión.

Cabría, pues, preguntarse por la relación entre el inconsciente y la religión, conexión que explica la razón por la cual Lacan dice que la realidad psíquica es religiosa y considera que ella anuda lo simbólico, lo imaginario y lo real en Freud.[1] Al mismo tiempo, diferencia su nudo del freudiano, ya que quiere un anudamiento en el que lo real pase por encima [surmonter] de lo simbólico.[2] Esto no implica un imaginario dominio de lo real sino que el impasse que engendra lo real impida que proliferen los delirios psíquicos. Traspasar la realidad psíquica como realidad religiosa consuena con el rechazo de Lacan a la identificación en el fin del análisis como identificación con el inconsciente. Nuestro psiquismo es, pues, religioso, católico incluso, si pensamos que para Lacan la verdadera religión es la romana.[3] ¿No apela acaso a las epístolas de San Pablo, cuando quiere ilustrar la inseparable relación del deseo con la ley? Sin embargo, así como anhela un anudamiento que sobrepase a la realidad psíquica como religiosa, aconseja al practicante no desculpabilizar porque la culpa sobrepasa este plano y permite que el sujeto se remita a sus acciones.

Dijo Lacan que, de nuestra posición de sujetos, somos siempre responsables y prefirió referirse a responsabilidad subjetiva, pero ¿hay acaso remisión a ella si no hay culpa? En su discurso, Milei se desresponsabiliza totalmente ya que considera que, si sus medidas fracasan... será por culpa de quienes no lo dejan gobernar. ¿Habrá un discurso político capaz de no atribuir sus fallas a la “pesada herencia”? En el texto La Genealogía de la Moral[4], Nietzsche propone que el concepto de culpa procede del concepto "tener deuda". Desterrada la culpa, no hay deuda del gobernante para el país.

Silvia Ons es psicoanalista y escritora. Analista Miembro de la Escuela de la orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.

Notas:

[1]Lacan, J., “RSI”, Seminario 22, clase del 11/02/1975, inédita.

[2]Lacan, J., “RSI”, Seminario 22, clase del 13/01/1975, inédita.

[3]Lacan, J., “El triunfo de la religión”, en De los nombres del padre, Buenos Aires, Paidós, 2005, p. 80.

[4]Nietzsche., La genealogía de la moral, Madrid,1986

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