LOS SUPERHéROES POLíTICOS: LA MEJOR SERIE DEL MOMENTO

Los huérfanos de Game of Thrones hace rato deberían ver The Boys en Prime Video. El show de Eric Kripke es básicamente la mejor producción actual bajo la misma fórmula: un género alterado, llevado a terrenos adultos, que aprovecha cada rincón de su base y, claro, de los puntos suspensivos que permite una serie. Aquí la plataforma a alterar, ya popularizada en años de cine de calzas y fines del mundo, son los superhéroes. Pero lejos de la base que es el cómic original de Garth Ennis y Darick Robertson, donde solo aparecía la mojada de oreja a los superhéroes y su vida “real”, aquí lo súper es conjugado con modos de funcionamiento de la sociedad, principalmente la norteamericana, y eso implica radiaciones sobre Hollywood, el consumo de redes sociales, la construcción moderna de la noticia e incluso la forma en que determinados relatos existen tan solo para perpetuar los poderes de siempre.

El estreno de la cuarta temporada, de cara a las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo en Estados Unidos este año, no le es menor al showrunner Eric Kripke, quien finalizó la temporada tres con una construcción, una escena, que es un grotesco de formas actuales de la política en nuestro país (actuales y recientes: la caricatura como modelo, el supuesto extremo como acto reactivo de péndulo). Y en muchos otros lugares. Implicaba la visceral eliminación del otro, la medieval construcción del enemigo político, el pasto que desde hace varios años define la política y los medios: la ausencia de real pensamiento, la obesidad de las redes sociales como formadoras de opinión y la reducción no tan gradual de la argumentación por fuera del exceso. Kripke se lo dice claro a PERFIL: “Creo que vivimos en un mundo muy polarizado y dividido. El ‘nosotros versus ellos’, la tendencia a demonizar al otro lado, la idea de triunfar y aplastar al otro más allá de la verdad, el uso adolescente de conceptos como ‘perdedor’ y ‘ganador’ por gente que no se da cuenta que está siendo manipulada de varias formas para que sientan que toman libremente esas posiciones, mientras la calidad de vida en general, va bajando”. Y suma: “Quiero decir, la gente no se comporta así, en su mayoría, en sociedad, con sus vecinos, en la calle. Por supuesto hay casos aislados, preocupantes, fogoneados de violencia, de odio de clase y racial. Pero hablo de gente en redes, gente que saca una bestia en redes y después convive. El problema es que nos han hecho creer que importa lo que decimos, y creo que se manipula de una forma que apela más a nuestra ignorancia y odio que a otra cosa. La gente, sus personas políticas, están siendo manipuladas por algoritmos, por redes sociales, por la TV: todos rincones de la sociedad que son manipulados por políticos, por poderosos que dicen odiar a los políticos y que responden, vuelvo, al poder. Los cambios que se dan son para aislar focos de conflicto, no para modificar realmente a la democracias y los problemas que pudieran tener. Allí está la ganancia, en el engaño, en crear extremos para seguir haciendo negocios”.

OTROS PODERES. La palabras de Kripke hacen evidentes un showrunner diferentes, que sabe lo que The Boys todavía representa: tomar al género industrial más famosos el mundo –todavía lo es– y avanzar en crear no una criatura troyana, sino una perfecta caja de resonancia que desde el absurdo, la comedia, el melodrama y sus ideas, sabe usar la capa que se poner como pocos shows de la TV. En realidad, como ninguno. Kripke suma: “Si la gente se pelea entre sí, no crítica al sistema, a las figuras a cargo, eso es algo salvajemente intencional, y está sucediendo ahora mismo en todos los rincones del mundo. ¿Cómo no mostrarlo desde supuestos personajes que representan status quo e ideas tan lejanas como Justicia, libertad y la manera americana de hacer las cosas? Nadie se pregunta por qué lo llevan a odiar a alguien que es parte de su misma sociedad, a su vecino, lo cual es algo que está mal: nos parecemos más entre nosotros que a los políticos, los políticos no circulan en los mismos lugares que nosotros, no viven nuestras vidas y cada vez parecen más alejados de las mismas. ¿Cómo puede haber odio entre lo que debería generar empatía sin quitar diferencias? Ideas diferentes no deberían representar odios, no después de todo lo que vivimos. Por eso era fundamental centrarnos en ese aspectos de la sociedad en un show como The Boys”.

LA MIRADA TREMENDA. Uno de los grandes assets de The Boys es cómo aprovecha el combo efectos especiales y superhéroes para generar contenido no apto para mayores de 18 años (ejemplo superior: una especie de Hombre Hormiga que se agiganta en el lugar equivocado y su blanca muerte). Su showrunner declara al respecto: “Definitivamente generamos imágenes que la gente no ha visto antes. Probablemente no las han visto por alguna buena razón, pero aún así las queremos mostrar y generar. Mientras tengan fundamento dentro de la lógica de los personajes y del mundo que creamos, es una fina línea que buscamos cuidar entre ser graciosos y ser inventivos, no volvernos chabacanos por el mero superpoder de ser chabacanos. Mientras haya fundamento, y avance la historia, o genere algo en los personajes, bien, y, de paso, es el mejor trabajo en el mundo: sentarse y pensar estas ideas perversas y fascinantes”.

The Boys se ha convertido en el hogar de Homelander, el Superman corporativo que encarna el actor Antony Starr, ridículamente ignorado a la hora de los grandes premios. El mismo Kripke lo festeja: “No soy bueno escribiendo villanos porque sí, no podría. No pueden ser loquitos. ¿Por qué se sienten así? Nadie se ve realmente, sobre todo en la política, como un villano. ¿Por qué eso no aplicaría a un superhéroe? Todos sienten hacen al mundo mejor. Nadie se mira al espejo y dice ‘Hoy voy a hacer daño al mundo’.  Era importante, más allá que no comprendo o simpatizo con lo que hace, sí comprender a Homelander. Eso ayuda. Y le doy todo el crédito del mundo a Antony Starr, él da una de las mejores actuaciones en toda la TV. Punto. Cuando llegan los guiones hablamos por horas, él y yo, sobre cómo llevar a cabo cada escena. Es mi socio a la hora de hacer de Homelander el personaje que es”. Es el mismo Starr quien se suma: “Creo que el show siempre ha generado paralelos entre el mundo real y el mundo de la ficción de estos superhéroes. Esa ha sido una decisión consciente desde el día uno. Pero el mundo ha cambiado radicalmente en los últimos años. Y el país ha cambiado, nuestro país. No creo que el show tome una decisión puntual, pero sí entiende que es importante estar involucrado en la democracia y salir y votar. ¿Suena bastante diplomático, no? Y Homelander es perfecto para esos juegos”. Por supuesto, funciona en equipo, y Starr lo deja muy en claro: “Nos divertimos mucho en el set. Tanto a la hora de trabajar juntos como a hora de la mirada del showrunner. Es algo impresionante la libertad que manejamos. Siempre vuelvo a lo mismo: nadie nunca va a decir una línea que baje la calidad. Siempre hay que estar atento y listo, porque es muy genuino el nivel de química que ya manejamos a esta altura. Es bastante fantástico ser parte de algo tan fantástico y que es tan celebrado en la TV”.

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