STURZENEGGER Y CAPUTO, EL PRóXIMO CAPíTULO

El Gobierno marcharía inexorablemente a un choque de planetas entre Caputo Toto y Federico Sturzenegger. Sería otro producto de las indecisiones de un Javier Milei que, según él mismo admitió, llegó a la Presidencia “de carambola” y, en consecuencia, sin equipo básico para coordinar con eficiencia la destrucción del Estado.

Se subraya “eficiencia” porque hay quienes piensan que todo cuanto se ejecuta estaba ya perfectamente planificado y que no hay errores, sino efectos buscados. No es nuestra opinión, pero vale considerarla.

Sin embargo, ¿es ésa la observación central? ¿O lo es en qué podría derivar esa disputa, respecto de alguna “salida institucional” para la crisis que se avecinaría?

Comencemos por dos obviedades, a fines de ensayar respuestas posibles o probables.

La lucha entre el ministro de Economía y el futuro ministeriable es sobre quién implementaría mejor un programa de derechas salvaje (valga la tautología, si se quiere).

Y nunca debe perderse de vista, para retomar una concepción clásica, que el Estado puede desaparecer como regulador de los desequilibrios sociales. Pero no como organizador de los intereses de las clases dominantes.

Después, esa organización puede realizarse en un arco que va de muy bien a muy mal. Los chilenos, por ejemplo, tienen una clase dirigente que, “al cabo” del pinochetismo, dejó todo atado para que se no pueda salir de un esquema de exclusión feroz. Acá, en cambio y por ahora, sigue vigente el histórico empate hegemónico entre las fuerzas/proyectos oligárquicos y los de orientación popular.

Fue también el propio Milei quien caracterizó a Caputo, en forma pública y acerca de su administración en el macrismo, como “un mesadinerista experto en perder reservas”.

Más todavía, lo culpó por permitir la fuga de dólares que el FMI le prestó a Macri.

Pero bueno: si es por esa vara, había acusado a la Comandante Pato de ser “una montonera asesina que puso bombas en jardines de infantes”. Para no hablar de los “kircho-comunistas” a quienes endilgó la corrupción de la casta para, luego, dejar a varios de ellos en funciones de segundas y terceras líneas. Y negociar.

Es que, de otra manera, no tiene gente ni forma para hacer funcionar al Estado que desea destruir.

Como nuevamente describió Leandro Renou, este viernes, en Página/12, en su muy destacado recorrido y actualización de los choques entre el ministro presente y el próximo, los Caputo Boys respondían durante el macrismo a la línea de Marcos Peña. Fue la que terminó de intervenirle el Banco Central a Sturzenegger. Lo sacaron del Gobierno y se inició la caída del PRO. Desde entonces, ambos se repudian.

En la lógica del Milei que vive en Narnia, el Caputo timbero le sirve para trazar los números fantasiosos de equilibrio fiscal más, nada menos, la baja de la inflación aunque fuere por una obra recesiva espantosa. Y el Sturzenegger “estructural”, junto con Demian Reidel, Lucas Llach, Shunko Rojas y otros talibanes, es quien garantizará el purismo anarco-capitalista.

Deberían convivir en perfecta armonía, siempre según el ¿juicio? de los hermanos presidenciales.

La gestión de un país como éste es infinitamente más complicada que esa aspiración de Disneylandia, y el Fondo Monetario acaba de remarcarlo: queremos devaluación, liberen el cepo cambiario, tengan muñeca política para ampliar alianzas y controlar incendios sociales. Y más tarde veremos si, agregado a lo que nos deben, les damos otro préstamo.

Toto viene pasando la gorra desde que asumieron, pero no haber conseguido uno solo de los dólares que le prometió a Milei produce que éste le pase la factura de modo periódico.

Habrá de verse si el organismo privilegiará concedernos otra soga al cuello, en función de beneficios geopolíticos, o si definitivamente su board se hartó. Nadie lo sabe.

Argentina volvió a ser el endeudado serial que Kirchner se había sacado de encima. Y en Washington y Wall Street no comen vidrio, además de que este patio trasero no ocupa lugar relevante en el tablero planetario.

No confundamos tener recursos naturales, para tirar manteca al techo, con que eso quita el sueño entre quienes cortan el bacalao mundial. Tienen tan claro que Caputo es un falso alquimista como que Sturzenegger, al decir del mismo Toto, es “un suicida” en actitud de no medir secuelas.

Más: un comunicado inédito del propio FMI con la firma de su número dos, Gita Gopinath, advirtió que los riesgos siguen siendo elevados. Y como se avisó desde papeles internos del Fondo citados por medios del establishment, acusan al Banco Central de acumular deudas por importaciones impagas (uno de los tantos dibujos de Caputo para inventar solvencia fiscal).

No es todo, aunque parezca mentira: el Fondo anunció (???) la eliminación del “dólar blend”, por el que puede liquidarse una parte de las divisas en el contado con liqui. Y Caputo debió desmentirlo.

Mientras tanto, Milei sigue de viaje para recibir premios ignotos (un Presidente en la diáspora, al decir del escritor y analista Carlos Caramello). Y buscando la reedición del Pacto de Mayo, que pasaría a julio o al Día de los Inocentes, no importa.

Lo beneficia una aprobación de la ley Bases que, en Diputados, tendría ya el concurso del traicionómetro peronista, para reintroducir Ganancias y rebaja de Bienes Personales. No del resto que pudo sostenerse o eliminarse en el Senado. Es hasta ahí donde da la oposición, siempre por ahora y por fuera de las protestas callejeras sueltas.

También se verá. ¿Por qué? Porque el escenario opositor es otro aquelarre donde casi todos desconfían de casi todos, luego de las oportunas deserciones de la votación en el Senado.

Empero, allí se sentó una base para que, de mínima, quede expresada alguna resistencia a la -ahí sí- “anárquica” marcha gubernamental.

A los gobernadores, excepción hecha de Axel Kicillof, Ricardo Quintela, Sergio Ziliotto y Gildo Insfrán, no les interesa absolutamente ningún aspecto que no sean las promesas de inversiones RIGI a largo plazo.

La voluntad de diputados y senadores, también con las salvedades que correspondieran, es un mercado de transas que incluyó canjes para ir a sacrificarse a una embajada en París. Y representaciones en organismos binacionales. U otros favores que los mal pensados no paran de esparcir.

En medio de estas encerronas que abarcan a oficialismo y oposición, la gran o única pregunta continúa siendo qué escaparate habría si se produce una crisis de gobernabilidad.

Si en el caso del Gobierno no hubiera respuestas, tampoco parece haberlas en el de un peronismo sin líder ni rumbo. Kicillof es claramente la figura solitaria que asoma en el horizonte de esa fuerza. Pero nadie negaría con sensatez que tiene la obligación de estar colgado del travesaño para defender la provincia de Buenos Aires, como bastión exclusivo desde el cual proyectarse.

Por supuesto: cabe insistir con que en política no existen los vacíos eternos.

Sin perjuicio de eso, Argentina es hoy un desafío político e intelectual enorme, desconocido, acerca de qué podría sucederle.

En un artículo conceptualmente impecable, plagado de citas que rescata desde variadas vertientes ideológicas, Hugo Presman acaba de escribir en La Tecl@ Eñe sobre “Las Venganzas del Beto Milei”.

Entre numerosas vicisitudes y tras recordar que el Presidente jamás fue reconocido como un referente económico, el colega apoya en esto último al motivo de que sus exposiciones sean citas de autores marginales.

Mucho más que intentar la llegada al escucha, bien dice Presman, lo que Milei pretende es exhibir un saber presunto y vasto. Pero ese conocimiento se reduce a cuatro páginas de Word a doble espacio, con desprecio por la veracidad de los datos. Y un amor al plagio tan desmesurado como todo lo que caracteriza a Milei.

“El tirar cifras sin citar fuentes” es otro de sus rasgos distintivos, “como es insuperable su conocimiento del PBI mundial desde el nacimiento de Jesús hasta el año 1800”.

Presman cierra su nota presagiando que este tiempo del desprecio pasará. Que los daños sobre Argentina y la inmensa mayoría de su pueblo serán monumentales. Y que, cuando llegue la hora de juzgar a los instigadores, ejecutores y cómplices de la hecatombe, de la miseria planificada, de esta época pandémica de la estupidez y de la banalización de la crueldad, volverá a corporizarse la frase de Juan Gelman: “No te olvides de olvidar el olvido”.

Ojalá fuera cierto y, sobre todo, ojalá lo sea que quedan patriotas inteligentes capaces de consolidarlo.

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