MARINA DAIEZ, LA ARTISTA QUE LO IMAGINó TODO

Esta es la historia de un templo, un refugio, un caldo de cultivo, una bolsa para la ficción. También es la historia de Marina Daiez, la artista que lo imaginó todo. Las obras de arte que forman parte de Margarita Rosa Waisse, su nueva muestra en la galería Nora Fisch, proponen un mundo fantástico que valora la tranquilidad y una mirada contemplativa sobre las cosas. A su vez, son el resultado de un cruce entre su práctica artística y su compromiso para con su trabajo en hospitales y proyectos comunitarios.

La pintura no es una imagen

Bajo la curaduría de Valeria López Muñoz y Javier Villa, la muestra despliega un conjunto de pinturas al óleo, relieves y objetos irresistibles. A simple vista se vislumbra un paisaje calmo, que atrapa con sus colores pasteles y unas criaturas fantásticas e inmaculadas: mariposas, sirenas, hadas, peces muertos, flores y un ombú que oficia como maestro de ceremonia. Las piezas reclaman atención, al mismo tiempo que parecen ser la cáscara de otra cosa, de un organismo de múltiples texturas que nace en nuestra realidad pero que habita el universo de las fantasías.

Sería fácil afirmar que las obras de Diez son infantiles, pero el verdadero desafío es admitir que son imágenes producto de una conciencia afilada. A diferencia de los sueños, donde las imágenes brotan y se dispersan en la cueva del inconsciente, lo fantástico es producto de una voluntad, de un deseo que exhibe todas las partes blandas de su cuerpo. Los sueños son incontrolables, las fantasías pueden ser un poco más dóciles.

La materialidad de las obras es una de las columnas vertebrales de la artista. Todo radica ahí: en las cosas que encuentra en la calle y en la naturaleza, en las capas de pintura que aplica sobre la tela, un deseo de que la imagen no le gane nunca a la potencia de sus piezas, pequeños huevos dulces con cáscaras infinitas. Para ella, pintar es otra forma de encontrarse con el pensamiento.

Amuletos silenciosos

Para esta muestra, Daiez trabajó las obras como si fueran amuletos que resguardan una intención, en particular los relieves y las pinturas. Cada uno de ellos, desplegados en la galería, constituyen un templo para la verdadera libertad, esa que nada tiene que ver con la violencia, el machismo y las corrientes de derecha que pululan por el mundo. Para la artista, la libertad se relaciona con la búsqueda de sus antepasados judíos y con las fantasías que surgen de auto inventarse historias en su infancia. “En mi infancia les decía a las niñeces que yo era una sirena que había venido del mar. Esta muestra es un poco eso: un mundo fantasioso que se me aparece y que a veces no sé cómo narrarlo”, afirma la artista en diálogo con Soy.

Daiez también recuerda que esos mismos dibujos, bocetos o garabatos que anteceden a la obra, son aquellos mismos que hacía su madre en su juventud. Entonces algo de la fantasía compartida, que se traspasa de generación a generación como un destello o una tormenta, sirven para entender el imaginario de la artista. Las fábulas, esas narraciones breves donde los personajes son animales o cosas inanimadas, puede ser otro punto de entrada. Todas las obras parecen fragmentos de una gran narración, un invento de la artista para reconocerse a sí misma en los pliegues rosados y verde agua que brotan de sus imágenes.

A la hora de pensar a su obra dentro del espectro queer, Daiez reflexiona: “siento que mi obra es amorosa, tierna, abierta y que si fuera una persona seria alguien hipersexual, bisexual o queer, pero no sé si la pensé en relación a esa dimensión alguna vez”. Aunque ella no lo haya pensado, de sus obras podrían desprenderse ciertos tópicos que tienen que ver con un temario disidente: la idea de inventarse a sí misma mediante cuentos de la infancia, el computrabajo cuasi maníaco de aplicar capa sobre capa en la tela, cual niño neurodiverso que insiste con su juego hasta el final, y también la necesidad de recomponer algo de sus orígenes y la historia familiar.

El título de la muestra refiere al nombre de la tía abuela de la artista. Margarita Rosa Waisse fue una licenciada en Literatura y Lengua Francesa; profesora adjunta de la Cátedra de Lengua Francesa en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Ella fue secuestrada y desaparecida el 10 de septiembre de 1976, en su casa de Villa Tesei, partido de Morón, provincia de Buenos Aires. Supo ser militante del Frente Revolucionario “17 de octubre” (FR-17) y un personaje habitual de la escena artística, rodeada de amigos artistas.

La presencia de Waisse no está evidenciada más allá del título, pero es un indicio de cómo las experiencias personales operan sobre el trabajo de la artista: las capas que conforman su historia familiar se asemejan a aquellas que hay en las piezas de la exposición. En este gesto de traer el pasado al presente, se deja ver una depuración de lo horrible, de aquella parte injusta de la historia, una dimensión abyecta que Daiez intenta convertir en nutrientes creativos.

Arte en comunidad

Desde sus trabajos en hospitales hasta centros comunitarios, Marina Daiez ingresa en una genealogía de artistas que no pueden separar la práctica artística de las cuestiones referidas a la salud y el cuidado de los otros: Claudia Del Río, Florencia Rodríguez Giles, Catalina León, Daniela Zahra, Marlene Wayar, entre otros.

Se inscribe en un universo que tiene una misión más allá de la estética o la vanidad, se trata más bien de compartir con otros, estimular transformaciones y ayudar a construir una sensibilidad propia.

A lo largo de su carrera ha brindado talleres de pintura para madres en hospitales, en el área de cuidados paliativos del hospital de Clínicas con adultos con enfermedades crónicas y en el final de su vida. Entre todos estos espacios donde lo vital aparece y desaparece, Daiez colaboró con la rehabilitación de miles de pacientes, o simplemente les ofreció un momento de ocio frente a la dura realidad. Es indudable que algunas de esas imágenes, tan asociadas a descomprimir el dolor, a reubicarlo y aceptarlo, aparecen como fuente de motivación para las obras de la muestra.

Margarita Rosa Waisse es una oportunidad para ver a una artista que opera a varios niveles: desde sus preocupaciones por la pintura y sus posibilidades, su historia personal y la articulación de la práctica artística con una dimensión holística y solidaria. Espesa como sus obras, la muestra intuye que la mirada es importante, que sentarse en silencio a ver un ombú puede ser un acto verdaderamente revolucionario.

Margarita Rosa Waisse, de Marina Daiez se puede visitar de se puede ver de martes a sábados de 14 a 19 h en la galería Nora Fish, Avenida San Juan 701.

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